Caravaggio, el pintor amado que se odió a sí mismo

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Si Caravaggio hubiera muerto 400 años más tarde, lo habría hecho con una sonrisa. En el cuarto centenario de su fallecimiento, miles de personas esperaron en fila desde la medianoche hasta el amanecer para contemplar seis pinturas del maestro expuestas en el museo Borghese de Roma. En 1610, en una noche similar, el pintor había muerto solo y enfermo, oyendo como único aplauso las olas del mar y aferrado con fuerza al único lienzo que aún no le habían robado.

Doble autorretrato de Caravaggio.

Michelangelo Merisi Da Caravaggio (1571-1610) se ha convertido en uno de los pintores más apreciados en el siglo XXI. A una pintura magistral se une una vida intensa y polémica: fue un genio incomprendido, un loco violento, un hombre atormentado y un triste perseguido. Finalmente, cansado de huir, los últimos años de su vida los pasó buscando un perdón que entonces se le negaba y que ahora, a cuatro siglos de su muerte, parece haber obtenido.
Caravaggio fue el enfant terrible de la pintura italiana barroca. Pocos autores han gritado tan fuerte con los pinceles su propio conflicto personal. Aunque no haya dejado más que una cuarentena de pinturas, cada una de ellas revela una visión muy personal del arte, una lucha interior, un debate entre luz y oscuridad, y un espíritu innovador capaz de mezclar en una misma escena santidad divina y miseria humana.

Pintor revolucionario, artista provocador, persona inquieta de carácter pendenciero, genio incomprendido, loco violento, hombre atormentado, que crearía él solo un estilo, el barroco, e influiría (y todavía influye) en todo el arte posterior, de Velázquez al Scorsese de «Malas Calles».
Su vida transcurrió entre la pintura y las peleas, y en las dos artes era extremadamente bueno.

El renacimiento llegaba a su fin y un joven Caravaggio empezó a utilizar técnicas tenebristas,que seguramente se acercaban más a su personalidad oscura. Parece ser que vio el potencial expresivo de las sombras y buscó inspiración en la vida misma, por fea que esta pudiese parecer.
Muy joven todavía, decide irse a Roma, según los biógrafos: «Senza denari e pessimamente vestito», pero la ciudad en plena contrarreforma apreció su estilo teatral frente a la sobriedad protestante y Caravaggio pudo vivir holgadamente practicando la pintura religiosa.

Sus características formas de pintar fueron, como todo lo revolucionario, en principio no entendido y después imitado. En primer lugar renuncia a todo tipo de idealismo, representando a profetas y santos como gente real, sirviéndose de modelos de la calle. La polémica fue enorme: santos como mendigos, vírgenes como prostitutas… Además vestidos con ropas contemporáneas. Pero el pintor capta perfectamente la fuerza psicológica de esos personajes, resaltando sus rostros con una intensa luz y envolviendo los fondos en tinieblas.
Sin embrago, y pese a las polémicas (o quizás gracias a ellas) sus cuadros comienzan a ser objeto de interés por los coleccionistas y de repente el naturalismo extremo se convierte en tendencia.

Medusa 60 x 55 cm.
Galleria Uffizi, Florencia (Italia)

Un posible autorretrato del artista más pendenciero del barroco italiano.

Medusa era tan fea que convertía en piedra a quien la mirase. Perseo, muy listo, pulió su escudo, que le sirvió de espejo y así pudo decapitarla.

Caravaggio muestra aqui la cabeza de esta encantadora señora, en la que se puede apreciar las serpientes que tenía como cabellos. Es el momento justo en el que pierde la cabeza y Medusa está entre enfadada y sorprendida… ¿O quizás es el reflejo del espectador en un escudo-espejo…?

En vez de pintar la obra directamente sobre el escudo, Caravaggio prefirió pintarla sobre lienzo y luego pegar la tela al escudo. Como modelo, utilizó su propia cara, ya que por lo visto el pintor tampoco era excesivamente agraciado.

Vista la obra en directo, llama la atención el juego de cóncavos y convexos, una de esas ilusiones ópticas tan del gusto barroco.

La iconografía de Medusa fue utilizada habitualmente como talismán. Sobre un escudo, no había forma mejor de ahuyentar a los enemigos… Tambien Freud escribió sobre el monstruo: Das Medusenhaupt («la cabeza de Medusa»), en el que se asocia a Medusa con la castración, el descubrimiento de la sexualidad materna y demás freudianeces…

Mucho después, el movimiento feminista la adoptó casi como un símbolo de la ira femenina, un símbolo a respetar.

La incredulidad de Santo Tomás, de Caravaggio-L’Incredulità di san Tommaso
107 cm × 146 cm.
Palacio de Sanssouci, Potsdam (Alemania)

El genio barroco pintó con un realismo sorprendente otra de sus grandes obras maestras entre tinieblas.

Jesucristo resucita ante sus discípulos, pero Santo Tomás se resiste a creérselo y no se le ocurre otra cosa que meter un dedo en la herida del costado, algo bastante anti-higiénico, pero sumamente revelador.

Esto unido al naturalismo extremo del genio barroco dan lugar a una escena absolutamente fascinante, que además tiene una magnífica composición donde todas las miradas convergen en la llaga de JC.

Creador del tenebrismo o «caravaggismo», el artista deja con la boca abierta a todo el siglo XVII con este intenso efecto lumínicodonde los motivos aparecen fuertemente contrastados con luces intensas y oscuridades profundas.

La violencia, el realismo y ese marcado contraste entre luces y sombras, tan característico de los cuadros de Caravaggio, son el reflejo de la biografía del pintor italiano. Una existencia convulsa marcada por su relación con la peor calaña individuos de cada ciudad: peleas, borracheras, denuncias y juicios que acabaron incluso en condena a muerte por asesinato cuando intentó castrar al proxeneta de la prostituta que solía posar para él.

El artista consiguió huir de la justicia, pero en 1610 su cuerpo apareció muerto en una playa italiana. Tenía 39 años.

Narciso 110 cm × 92 cm.
Galería Nacional de Arte Antiguo, Roma (Italia)

Retrato de Narciso, el vanidoso joven enamorado de sí mismo que muere ahogado, pero es convertido en una flor.

Ya vimos a Narciso en esta web, pero no con la intensidad de este retrato tenebrista.

Un Caravaggio más maduro (29 años) hace avanzar la historia del arte mostrando a uno de sus típicos modelos atractivos que posa como el Dios que se enamoró de su reflejo en el agua.

Podemos ver ya su estilo barroco tenebrista, con esas penumbras de fondo, y una composición donde el protagonista tiene gran cercanía a nosotros (incluso el artista le corta un par de dedos a la derecha). Estos dos rasgos eran impensables sólo unas décadas atrás.

Otra característica de este artista pendenciero era mostrar a sus personajes con ropas de su época (el siglo XVII), ya fuera San Pedro o este Narciso, que probablemente era uno de sus amantes.

El lienzo está claramente cortado en dos mitades. Arriba un hermoso Narciso, que dibuja un rectángulo casi perfecto, y abajo un Narciso más atenuado.

Como sabemos, el personaje de la mitología griega quedó tan embobado con su reflejo en el agua que acabó ahogándose y convirtiéndose en flor…

Ideas que tenían los Dioses del Olimpo.

Cesta con frutas-Canestra di frutta
46 cm × 64 cm.
Pinacoteca Ambrosiana, Milán (Italia)

Una cesta de fruta casi podrida nos hace pensar en la caducidad de las cosas.

Una selección de frutas de verano, de aspecto no muy fresco y muchas de las cuales están comidas por los gusanos, muy alejadas de la perfección.

O bien Caravaggio pintó lo que había en su estudio, o quizás hay algún significado oculto con el que muchos historiadores teorizaron, desde un símbolo de la pasión de Cristo, hasta otro de la impotencia producida por la fermentación de la fruta (llámese licor) a la que el artista era muy aficionado.

Lo cierto es que observar este cuadro nos hace pensar en la caducidad de las cosas (incluidos nosotros mismos). Una especie de vanitas.

El bodegón era en la época un género menor… Menor que un género menor. Era lo peor que podía hacer un artista, aún como mero ejercicio. Sin embargo el muy subversivo Caravaggio lo puso de moda y el bodegón (o naturaleza muerta) fue uno de los géneros estrella del barroco, quizás debido a los gustos de los nuevos clientes que creaban colecciones privadas con temas profanos como un poco de comida.

Otra cosa muy barroca es el efecto óptico, casi un trampantojoen el que la fruta parece salirse del cuadro. El hecho de ubicarla tan abajo y tan al borde da una inestabilidad que aumenta la sensación de que todas esas frutas se van a caer del lienzo.

Desde luego ayuda el brutal realismo casi fotográfico de este sobrenatural artista (que tenía por la época unos 25 años).

Prendimiento de Cristo-Cattura di Cristo
133,5 cm × 169,5 cm.
Galería Nacional de Irlanda, Dublín (Irlanda)

El beso de Judas

Caravaggio nos presenta a 7 figuras de pie rodeadas de oscuridad: el Apóstol Juan, Jesús, Judas, tres soldados y un hombre que sostiene una linterna, que algunos historiadores piensan que puede ser un autorretrato del propio Caravaggio.

Como veis, la obra es una absoluta maravilla. Tanto por los gestos y actitudes de los personajes como por los brillos de las armaduras, el detallismo de las telas, y por supuesto, por el dramatismo del tema tratado. Destaca sobre todo el realismo de la escena, que casi parece una fotografía. El realismo de Caravaggio sorprende y emociona. Hasta en las uñas (hacer zoom en la mano de la linterna) se puede apreciar la roña.

La escena es conocida por todos: Judas Iscariote traiciona a su colega con el famoso beso en plena noche, y Jesucristo parece ser el único que no se mueve dentro del caos de la escena. Apenado por la traición, Cristo baja la mirada con sus manos en actitud de oración, sin oponer resistencia. Es una metáfora de la espiritualidad mancillada por la violencia y la brutalidad.

La pintura es, junto a San Patricio, la Guinness y Thin Lizzy el orgullo de Irlanda. La obra se dio por desaparecida durante siglos pero en los años 90 apareció en una residencia de los jesuitas de Dublín y fue identificada y certificada como una auténtica obra de Caravaggio.

La crucifixión de San Pedro-La crocifissione di San Pietro
200 × 120cm.
Basílica Santa María del Popolo, Roma (Italia)

Luces y sombras dominaron la vida de Caravaggio.

Actualmente seguimos sin poder hacernos una idea de la revolución que supuso en los primeros años del siglo XVII la pintura de Caravaggio. El arte por aquella época estaba ya enfocándose hacia otra dirección, pero Caravaggio tomó la suya propia, de ahí que los clasicistas tacharan al artista como el «Anticristo de la pintura».

Captamos el momento en el que los tres verdugos romanos van a colocar al mártir con los pies arriba y la cabeza hacia abajo, siguiendo los deseos del propio San Pedro, ya que según cuentan las fuentes, el santo no se sentía digno de ser crucificado como Él.

A pesar de la ausencia de sangre, nuestro protagonista no está libre de dolor, pero es un dolor más espiritual que otra cosa. La luz no sabemos de dónde viene (¿De dónde viene?), pero ilumina violentamente el rostro y el cuerpo. El culto a la penumbra en el fondo ayuda a resaltar el dramatismo de la escena.

Metafóricamente luces y sombras dominaron la vida de Caravaggio. Personaje violento, atormentado y cliente habitual de las tabernas de los suburbios romanos. A pesar de realizar pintura religiosa, Caravaggio juntó su vida oscura con personajes benditos. En 1606, en la obra «La muerte de la Virgen», Caravaggio pintó a la madre de Dios utilizando como modelo una prostituta, e incluso se alimenta éste suceso con el hecho de que podría ser una prostituta muerta, pero aquí entramos ya en un círculo de especulaciones.

Anteriormente, la crucifixión de un personaje santo habría sido representada con la dignidad que se merece, sin embargo, Caravaggio muestra en los tres verdugos un esfuerzo penoso por levantar el cuerpo, tres borrachos levantando a su compadre todavía más mamado del suelo. Todo es sórdido como la barra de un bar romano del siglo XVII, oscuro como los pies del que carga la cruz a sus hombros.

Baco adolescente-Bacco adolescente
95 x 85 cm.
Galleria Uffizi, Florencia (Italia)

Baco es barroco.

Es indiscutible la intención de Caravaggio con Baco (1595). No únicamente hace gala de un escorzo perfecto —véase la fuerza de los músculos tensos, la soltura con la que se desliza la tela sobre su pecho fornido—, sino el carácter de festejo desenfrenado que retorcía a la capital italiana durante el siglo XVII. Está la fruta, está el vino y, sobre todo, está la mirada seductora del dios del libertinaje, que parece sostener una promesa de sobriedad perdida en la mano izquierda, dentro de la copa que ofrece a sus invitados.

El personaje encarna las características que definen al maestro milanés: está el manejo perfecto de la tridimensionalidad, el carácter sensorial de los elementos representados, y esa manera tan particular de Caravaggio de aterrizar en un plano terreno aquello que se tiene como sagrado. Baco no es más que un anfitrión más de los bacanales romanos en la pieza: ése que siempre invita otra copita, ése que se ríe con todos los presentes, ése que está dispuesto a otro trago más.

Baco mira al espectador con las mejillas sonrosadas. Es la sonrisa de la vida laxa, de la vida suave, de la vida de la fiesta y del lujo de la buena fortuna. Se le ve fuerte, vigoroso, atento a las necesidades más instintivas del cuerpo. Y con esa misma soltura desobligada, ofrece una copa de vino, a manera de invitación para formar parte de la bonanza. Todo él es goce: seda fina, fruta madura y mirada difusa, quizá, por la influencia del alcohol que le tiñe los dedos de rojo. Baco es bonanza. Baco es fiesta. Baco es barroco. Baco es Roma.

San Juan Bautista-Giovanni Battista
94 x 131 cm.
Galería Nacional de Arte Antiguo, Roma (Italia)

Un motivo recurrente para Caravaggio.

Caravaggio le debía interesar mucho la figura de San Juan,pues la representó en al menos ocho ocasiones.

Como sabemos, Juan era un profeta judío, primo de Jesucristo,que junto a muchos otros echaba discursos y anunciaba cosas en unos tiempos de misticismo en los que se sentía la llegada del Mesías. Era el prototipo de ermitaño, místico y solitario y quizás por ello un pintor como Caravaggio se sintió identificado.

Además, Juan Bautista fue muy popular en tiempos de la Contrarreforma, pues era el personaje perfecto para hacer atractivos los ritos, perfecto para una obra de arte de decoración barroca. Y Caravaggio es, por así decirlo, el iniciador de este nuevo estilo, el Barroco, que revolucionaría el arte de arriba a abajo.

Este San Juan en concreto es, para empezar, más oscuro de lo normal. Esta forma de mostrar a la gente en la penumbra, el tenebrismo, sería la característica más marcada del nuevo estilo.

Caravaggio pinta al Bautista desnudo, y una vez más utiliza a un modelo contemporáneo (un chapero para ser exactos, cosa que no gustó nada a algunos) para llevar mejor el mensaje a la gente del recién empezado siglo XVII. Otro exitoso mecanismo contrarreformista.

 

 

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